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Los Contemporáneos, que deben su nombre a la revista homónima que se publicó entre junio de 1928 y diciembre de 1931, no formaron un grupo homogéneo ni una generación histórica, sino un conjunto de poetas y críticos jóvenes que concibieron la labor literaria como un equilibrio entre el respeto a la tradición heredada y la aspiración al cambio y a la innovación. Esta actitud mesurada los distancia del vanguardismo mexicano más demoledor, el de los estridentistas. Los Contemporáneos se caracterizaron además por ocupar otro difícil punto de equilibrio, el que los situaba entre México y Occidente, entre la conquista de una identidad nacional y la asimilación de la modernidad representada por Europa y Estados Unidos.
Del grupo formaron parte Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949), José Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bodet (1902-1974), Enrique González Rojo (1899-1939), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Salvador Novo (1904-1974), Jorge Cuesta (1903-1942), Gilberto Owen (1904-1952) y, próximos a ellos en algún momento, Carlos Pellicer (1899-1977), Octavio Barreda (1897-1964), José Martínez Sotomayor (1895-1980) y algunos otros como Rubén Salazar Mallén o Carlos Noriega Hope. Todos contribuyeron en mayor o menor medida a la profunda renovación de la prosa castellana y a la búsqueda de nuevas formas de narrar, aunque lo hicieron sin sujetarse a consignas de ningún tipo. La mayoría trabajaron como funcionarios del nuevo Estado revolucionario, pero no comulgaron con el tipo de arte populista promovido por ese Estado. No tiene nada de extraño, pues, que Villaurrutia se refiriera en 1924 al grupo como «grupo sin grupo» y que Torres Bodet hablara de «grupo de soledades».
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